TRAVESÍA TEMASCAL A ALVARADO EN
KAYAK
Todo inicia cuando trabajaba en Caxapa, municipio de Tezonapa, en esa comunidad tenía yo al río Tonto como vecino, a escasos 50 metros. Todos los días bajábamos a nadar y a disfrutar de sus extensas aguas que fluyen desde la sierra de Zongolica y la sierra negra de Puebla.
Un día mientras recorría Xalapa
vi un letrero que decía “Se vende kayak”, así que me pare a ver para preguntar
el precio, como era razonable pues aproveche la magnífica oportunidad de hacerme
de una embarcación de este tipo, que tantas veces había anhelado; y así termine
con un kayak rígido para aguas bravas de polietileno de alta densidad y además
un modelo sumamente antiguo de las primeras versiones de este material. Ya con
este nuevo juguetito comencé a practicar en las aguas planas del rio Tonto.
Después me compré un chaleco, un casco y un cubre bañeras, para poder meterme a
unos rápidos clase 2 que estaban en el río Petlapa, que es un tributario del
Tonto y que también estaba muy cerca, así pase meses disfrutando de esta nueva
manera de ver el mundo, de recorrerlo, nueva para mí porque el kayak se remonta
a los esquimales y es un diseño muy antiguo.
Un día cualquiera llego a mi
corazón una idea: navegar todo el río tonto, desde su nacimiento en Chicomapa
hasta temascal, y más aún sin decirlo sabía que esta aventura tenía que
terminar en el mar, el golfo de México,
en el puerto de Alvarado.
Poco a poco fui aprendiendo más
sobre el kayak y vi que necesitaba un tipo diferente de embarcación, una para
aguas planas, pues estas son capaces de recorrer grandes distancias, aunque
para ese entonces ya había conocido a mi amigo Memo Gassos y practicábamos
constantemente el descenso en ríos como el Actopan, el Pescados y yo también de
manera personal había bajado partes de la cuenca alta del río Jamapa entre
Huatusco y Coscomatepec. Muchos meses de divertidos recorridos con mis primos
tanto en patos inflables como en el kayak rígido para aguas bravas definieron
una idea: era hora de hacer la travesía. Así junto con Memo , Pachi, Mayo y
Toño, amigos de Veracruz que nos conocimos explorando cuevas de la zona de
Huatusco en el llamado Proyecto Espeleológico Huatusco (PEH), emprendimos la
aventura, y aunque el cómo nos hemos conocido por las cuevas es otra historia
debo decir que al final éramos un montón de personas con intereses comunes y
maneras de disfrutar de la vida un tanto parecidas.
Era el mes de marzo y en mi casa,
el trabajo previo inició, revisar cartografía, elaborar un itinerario de viaje,
planear las salidas de emergencia, los números de quien pudiera dar una
respuesta ante una contingencia, y demás datos que hacen de la exploración toda
una dicha, investigaba con mis contactos si alguien ya lo había intentado, qué partes se conocía
y ver datos para programar mi avance, datos como la velocidad del río,
obstáculos, recomendaciones, zonas de riesgo, etc. Después de muchas horas de
escritorio logre un itinerario razonable, marque el track a un gps recién
adquirido que fue de mucha ayuda, y marque todos los pueblos, ranchos y zonas
posibles de campamento.
Finalmente un último detalle,
quería que el kayak llevara un nombre, con un poco de ayuda el nombre fue Nautilus, algo personal para mi y que
muchos entenderán el porqué de dicho nombre, también mi kayak llevaba la
inscripción de un fragmento de un poema que me gusta mucho y que me motiva,
decía “es tan lindo saber que usted existe”, muchos lo reconocerán, y
finalmente un tercer rótulo decía 5+6=1 cosa ilógica vista desde la perspectiva
de las matemáticas, pero para la vida, incluso las cosas ilógicas tienen un
sentido, para mí el sentido de estas palabras eran ayudarme a volver, recordar
que las aventuras futuras aguardan y por tanto eran recordatorio de regresar
con bien porque el futuro espera, y sobre todo darme fuerzas en los momentos
difíciles de la travesía.
El segundo día (30 de marzo) la
jornada que me esperaba era de 50km así que inicié temprano, desayuné y emprendí
el recorrido, navegue por el río Tonto que está en estos puntos lleno de vegetación
lo cual era muy agradable encontré toda clase de animales, aves y cosas que
llamaban mi atención como las innumerables pangas que se disponían sobre las riberas
del río. Este día era clave en mi
aventura, pues debía pasar a buena hora la zona cercana a Tuxtepec, Oaxaca,
esto para evitar el riesgo de pasar de noche por ésta zona de mucha
inseguridad. Afortunadamente el recorrido aunque muy pesado en esta parte porque
la corriente deja de existir, y parece que uno no puede avanzar, yo lograba ir
cumpliendo mi itinerario, así fue que finalmente llegue a donde desemboca el
río Tonto hacia el Papaloapan, y pude por fin así concluir un proyecto parcial
que era navegar todo el rio tonto, pero ahora la aventura se tornaba más
interesante: el Papaloapan. Este gran río y uno de los más importantes del
país. Había recorrido hasta entonces muchos kilómetros estaba cansado pero el
ver el encuentro de dos aguas y la gran cantidad de cantos rodados de todas las
formas, tamaños y sus minerales diversos me maravillaba, imaginaba cuan
extensas eran las montañas que daban origen a estas aguas, que fuerzas
magnificas lograban pulir las rocas, los cristales y cuan rica era esta muestra
geológica que representaba a la sierra
de Zongolica, la Sierra Negra de Puebla y la Sierra Mazateca de Oaxaca,
impresionantes zonas calizas y paraíso espeleológico mundial. En la tarde del segundo día para mi había una
sorpresa, pues con el dragado del Papaloapan en sus partes altas después de las
inundaciones de Tlacotalpan en 2010, el río cobraba nuevamente velocidad lo que
hacía más placentero el navegarlo, así que en unos cuantos minutos me
encontraba 10km abajo alcanzando
velocidades de hasta 15km/h, y velocidades sostenidas de 11 y 12 km/h, era eso
un deleite para un aventurero cansado.
Finalmente poco antes de Otatitlán lugar del Cristo negro, monte en una
playa aislada de la población mi campamento, ahí pude descansar y tomar un
baño, cosa que el día anterior por lo tarde que había terminado no pude hacer,
era chistoso como pasaba todo el día sobre el río sin tiempo para darme un buen
baño, así que ahora jabón, el atardecer y el rio me apapacharon en un rico
baño.
El día había sido muy agradable, pude
ver infinidad de aves como águilas pescadores, milanos, incluso un puercoespín
que yacía muerto en la ribera del río. En una parte cerca de Tlacojalpan pude
localizar un estrato expuesto de pedacería de cerámicas prehispánicas, algo
impresionante que las inundaciones pasadas habían dejado al descubierto., al
llegar a Tlacojalpan hice una parada para estirar la piernas y caminar un poco,
amarre el kayak y busque una tienda para deleitarme con una rica cerveza, era
la segunda en tres días que me tomaba, después de estar todo el día bajo el sol
era necesario. Aproximadamente unos 40min después continué mi recorrido y unos
kilómetros adelante frente a paraíso novillero un lanchero me regalo unos
mangos que días más tarde serían motivo de un curioso incidente y también aquí había
alcanzado los 100km recorridos en unas 14hrs de navegación. Kilómetros más abajo a las 5:20pm llegue a
Chacaltianguis, hice parada en un pueblito que del otro lado del río, y comí un
poco en una tienda. Después de un merecido descanso me encaminé hacia un islote
muy grande que le decían La Playa, ahí me baje y mucha gente disfrutaba de este
lugar, unos jugaban o nadaban, había
tanta gente que prácticamente mi llegada paso desapercibida, y pude ahí nadar y
disfrutar como ellos de estas aguas tan agradables, comí unas tortas pues los
puestos eran muchos y no podía dejar pasar la oportunidad de comer algo
diferente a mis provisiones, una hora después decidí que ese lugar no era el
indicado para acampar pues mucha gente tomaba bebidas alcohólicas y esto
suponía un riesgo ya entrada la noche. Decidí navegar unos kilómetros mas, ya
con la noche sobre los hombros y un viento muy fuerte logré llegar cerca de donde
cruza la autopista Córdoba-Acayucan, y acampé en lo que me pareció una zona
despoblada ya completamente en la obscuridad.
El cuarto día (1 de abril)
desayune y rápidamente al agua, en esta parte todo era tranquilo, como en la
mayoría de los amaneceres, el río parece un espejo. Así iniciaba un día más en
mi travesía. Adelante pude ver finalmente el puente
majestuoso de la autopista, me dedique a hacer muchas fotos pues el sol contra
la estructura daba un deleite a mis pupilas, en esta parte pude fotografiar a
un martín pescador grande, ya muchas
veces lo había hecho pero esta fue debo presumir la mejor toma que tengo de esta
especie hasta el momento. Navegué con calma hasta llegar alrededor de las
9:00am a Carlos A. Carrillo, una ciudad grande cerca de Cosamaloapan, misma que
tenía un gran ingenio azucarero, pero era un lugar desagradable a la vista
desde el río, las casas desordenadas dispuestas sobre la ribera, con sus
drenajes al agua, el hollín del ingenio lo cubría todo, era un lugar donde los
beneficios económicos de la industria azucarera no parecían corresponder a la
mala urbanización del lugar, un paradigma que sin duda debe cambiar, pues el
objeto de una industria y los trabajos que otorga es para vivir mejor. Sin
muchas ganas de detenerme aquí seguí y me sentí aliviado, había pasado por la
parte más desagradable de mi recorrido. Adelante en una playa me bajé a comer
algo, me tome una cerveza y disfrute de las pláticas de un señor que me contaba
sobre Marcelo, legendario pescador. Entre sus hazañas eran sacar 80kg de robalo
por la mañana y por la tarde, el motivo que dio origen a la plática fue que
precisamente yo había iniciado mi viaje en Temascal y precisamente de ahí era
este señor de unos 60 años de edad. Después me adentré al agua y aquí ya el
Papaloapan cobraba dimensiones gigantescas,
de modo que con sus aguas abiertas a los caprichos del viento, éste
ultimo cobraba grandes velocidades haciendo difícil avanzar cuando uno se
alineaba en contra de la dirección predominante de los vientos, después de todo
finalmente llegue a Amatitlán, no sin antes saludar a unos pescadores al pie de
un puente.
Después de comer en el pueblo me decidí a descansar era pasado del
medio día y el sol era insoportable, me refugié en una sombra y fue ahí que
llego un muchacho a verme. Me hizo plática, me contaba que se había ido a
trabajar lejos y que acababa de regresar, debo decir que no me daba muy buena
espina, finalmente la plática se hizo amena y una hora después se despedía, yo
había aprovechado para preguntarle sobre mi amigo Carlos Morfin Zamudio, que
tenía entendido era originario de ese pueblo y hacía ya muchos años que no le
veía. Unos 20min mas tarde llego un segundo muchacho, joven de unos 22 años,
muy alto y fuerte. Bajó a donde me localizaba, y ese punto era bajo un andador,
de modo que quien ahí se sienta nadie lo ve, pero pude corroborar que
precisamente ahí bajan a fumar yerba los muchachos de la zona, por eso había
tenido ya dos visitas un tanto raras, creo que les inquietaba que yo estuviera
ahí, y pues bien este segundo muchacho ya se sinceró y me dijo que buscaba por
ahí una bacha escondida, y que si yo no fumaba o traía un poco, a lo que le
conteste que no y poco después se fue. Entonces sin esperar a una tercera
persona más comprendí que el lugar no era muy seguro y continúe mi viaje. Metros
adelante dos pescadores me saludaron y me enseñaron sus arpones y chuzos, eran
buenos, llevaban ya casi una hielera llena, me platicaron nuevamente de
Marcelo, incluso me comentaron que si no lo había visto pasar que era un
viejito que pasó momentos antes por donde me encontraba, y sí, efectivamente un
señor había pasado en una chalupa. Al salir de este lugar la dirección del río
se alineo con el viento y producía un oleaje muy alto, tanto que me obligaba a
remar con fuerza y al máximo de mi concentración, era solo un aviso de lo que
me esperaba. Afortunadamente, adelante había un canal paralelo al río que me
refugiaba del viento y me permitía navegar, aunque el gusto sólo me duro unos
kilómetros, pues nuevamente el inmenso Papaloapan en todo su esplendor
intimidante, desde aquí navegue por las orillas siempre, pues el ir a la mitad
con el viento encontrar y sin tomar mucha confianza no era prudente sobre todo
por ir en solitario, aproximadamente una hora más tarde encontré un buen lugar
para acampar, era un islote grande que incluso tenía potreros de pastoreo y
árboles, yo encontré una hermosa playa alejada de toda civilización y una zona
paradisiaca para pasar la noche. Monté campamento, la superficie era de pura
arena y muy grande, muy agradable. Cené, me bañé y me los mosquitos me
obligaron a meterme a la casa de campaña, me habría gustado pasar la noche
simplemente tirado sobre la arena pero eso no era una opción con estos chupa
sangre que no daban tregua. Me encontraba ya a escasos 12 kilómetros de
Tlacotalpan hermosa ciudad.
Día cinco (2 de abril) con gran
sorpresa vi que alguien había revisado las cosas en mi kayak , puesto que esta
vez acampe a unos 30m de él no pude escuchar nada en la noche, poco a poco fui
encontrando pistas, había sido un animal el culpable, pues dejé unos mangos que
ya estaban a punto de madurar y que hacía dos días traía en mi kayak lo que
motivó que unos mapaches me asaltaran y revolvieran mis cosas. Pude localizar
huellas cercanas, es curioso como fui presa de tan grande habilidad de estos
animalitos que incluso abrieron unos broches con sus patas. Después de
desayunar y guardar todo… a navegar. Este día llegaría a Tlacotalpan, y como mi
avanzar había sido siempre mejor al programado, estaba con unos 20km sobre mi programa,
con tiempo suficiente, al llegar a Tlacotalpan me acerque a una pequeña casa
que desde niño había llamado mi atención y se localiza sobre el lado opuesto al
río, frente a la ciudad. Al estar ahí supe el por que me llamaba la atención,
era una casa a cuatro aguas con corredores, era pequeña y cuando uno llega y se
siente bajo su techo, la vista de Tlacotalpan es simplemente impresionante, uno
podría estar ahí por días contemplando la belleza de la ciudad desde la
tranquilidad del lado opuesto del río. No sé cuánto tiempo estuve ahí, seguro
más de una hora. Luego crucé el ancho río hasta la ciudad , amarré en el muelle
mi kayak y me fui a comer una hamburguesa y una torta. Caminé y descansé a la
sombra de unos árboles, confundido con la cantidad de turistas que visitan la
ciudad debo decir que mi llegada fue desapercibida, sólo unos chavos del lugar
que nadaban y hacían clavados desde el muelle notaron mi aventura y me
preguntaron sobre ella, después de descansar y como no podía alejarme de mi
embarcación decidí avanzar un poco más y buscar un lugar para acampar, pero la
ribera está cubierta casi en su totalidad por arbustos y la zonas que me
gustaban coincidían con la carretera lo que trataba de evitar era siempre
acampar cerca de las personas por seguridad y por disfrutar de noches al
natural. Seguí en busca del lugar ideal, y entonces me decidí a navegar a la
mitad del río donde el viento y el oleaje eran muy grandes, quería experimentar
la fuerza de la naturaleza, las olas me recordaban al mar, era como ir en un
mar de agua dulce. En algunos momentos las olas eran tan grandes que
prácticamente enterraba toda la punta del kayak y rompía la ola, esto era
emocionante, debo decirlo, pero tenía un
efecto distractor y cuando me di cuenta había avanzado mucho, casi hasta donde
el Papaloapan desemboca a la laguna de Alvarado, cerca de donde se localiza el
puente que comunica con la carretera costera, entonces me di cuenta que iba del
lado derecho del río, y tenia que ir al izquierdo para la última parte, así que
no había mas remedio que cruzar el río que ya tenía proporciones gigantescas, y
con un oleaje y vientos muy fuertes, fue todo un desafío mental sobre todo el
cruzar, sabía que al ir solo si el viento me ladeaba será fácil terminar en el
agua, y con todo el peso y desgaste físico seria todo menos fácil regresar al kayak,
no obstante me tranquilicé y así lograba pensar mejor.
En un punto el oleaje
venía de varias direcciones y esto era muy estresante, pues tenías que cambiar
de rumbo seguido para no ser golpeado de costado con una ola. Finalmente llegue
a la laguna de Alvarado justo bajo el puente que va a Tlacotalpan desde la
costera, en este punto ya resguardado por las duna costeras el viento cedió, y
dejo lugar a un gran embalse de aguas tranquilas, ahí me encontré a un
pescador, y aproveche la ocasión para tomar un descanso y tener una buena
platica. El pescador era de Alvarado, y me contó historias fascinantes de
manatíes que ahí habitan, juro que en ese momento mi mayor anhelo era ver a uno
de esos majestuosos animales, aunque claro, sólo salen a respirar tras largos
periodos y se vuelven a sumergir a las profundidades. No tuve esa dicha, seguí
buscando un lugar para acampar y note que ahora el agua llevaba una velocidad
impresionante, y avanzar era muy fácil, prácticamente era como si el Papaloapan
quisiera expulsarme hacia al mar a toda prisa, aunque ya no había oleaje grande
pues el agua corría perpendicular a los vientos predominantes, aun así era
interesante sentir como sin esfuerzo uno avanzaba, cosa que solo con el gps
podía asegurar pues los sentidos me engañaban haciéndome parecer que iba lento,
y así buscando un buen lugar prácticamente llegue hasta Alvarado el quinto día,
pero como empezaba el carnaval en este puerto no quise acampar ahí y busque un
lugar en un potrero a escasos 3km de la ciudad y ya con la noche encima monte
mi campamento. Había vientos, muchos mosquitos, y cocinar así fue toda una
odisea. Por ultimo me bañé y me refugié en la tienda, pero pasada una media
hora de pronto el tránsito de lanchas se incrementó, posteriormente unos faros
desde los puntos más distantes de la laguna de Alvarado apuntaban en todas
direcciones, fue cuando una lancha paso cerca y era supongo una patrulla que
tenía un potente foco con el que inspeccionaban la zona para evitar algún
comercio ilegal de alguna especie animal. Cuando finalmente las cosas se
calmaron la música de fondo desde Alvarado me invitaba como mostrándome un
recibimiento anticipado, yo había planeado en mi logística llegar en 6 días y
el quinto ya me encontraba a 3 kilometros de lograr mi meta, aun así mi primo
Nacho García me recogería hasta el sexto día como lo habíamos acordado, no
quedaba más que dormir unas horas más que días previos y reponer fuerzas.
Sexto día (3 de abril) me levanté
tarde, desayuné, lavé mi ropa, limpié el kayak y acomodé todo, sólo esperando
la llamada de mi primo, encendí el radio de dos vías, y el celular, y el
mensaje que llegó decía: “Primo, ya estamos en Alvarado cerca del muelle por la
gasolinera.” Así que presuroso al agua a recorrer los escasos kilómetros que me
faltaban y en unos 20 min me encontraba ya en Alvarado, era magnifico ver los
barcos enormes, y yo pasando bajo ellos, busque hasta encontrar el lugar
indicado y ahí estaba mi primo y su familia dándome una cálida bienvenida, la
gente de Alvarado no entendía por que la
emoción ni mucho menos se imaginaba que yo hacía seis días que había salido
desde las montañas en el estado de Oaxaca y ahora me encontraba en el puerto de
Alvaraddo, en el Golfo de México,
después de poco más de 204 kilómetros recorridos en solitario, y
que conocía y había navegado desde el
boquerón de Chicomapa en Zongolica, remontando el río Tonto que después desemboca en la presa
Miguel Alemán y continúa hasta Tuxtepec, Oaxaca, donde se une al Papaloapan y
finalmente llega al mar, después de cientos de kilómetros.
Debo decir finalmente que en mi
travesía de Temascal al mar, en todo momento muchos amigos estuvieron
pendientes por las redes sociales, pues trataba de mantenerlos al tanto con mis
publicaciones, a ellos mi agradecimiento, pues cuando uno se encuentre lejos de
la seguridad del hogar palabras de aliento son mas que bendiciones.
Tengo la
seguridad de que todo salió también porque toda esta gente bonita que ocupa un
lugar en mi corazón iba conmigo en esta aventura.
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